¡Ojalá aún siguiéramos siendo niños, ojalá nunca hubiéramos dejado de ser estudiantes de primaria en la Escuela Mercantil Sevillana, ojalá el tiempo no nos hiriera tan mortalmente, tan despiadadamente! Leo el salmo 23 (El Señor es mi pastor, nada me falta...), el que yo quisiera que alguien me leyera en mi última agonía, y tras él musito esta oración que es también un epitafio:
Raphael Franciscus Assisiensis
Requiem aeternam dona ei Domine.
Et lux perpetua luceat ei.
Requiescat in pace.
Amen.