Acaba de morir, a los ochenta y un años, Fausto Botello. Los periódicos se hacen hoy eco de la noticia. Pero, en realidad, a muy pocos les dirá algo el nombre de Fausto Botello. Normal. Vivía retirado desde hace tiempo, cuando una enfermedad lo dejó al borde de la cuneta de la vida.
Pero yo siempre recordaré que Fausto fue el autor de aquel libro mítico (mitología personal, claro), Elegías de Oromana, publicado en 1973 por la colección Adonais.
Quien escribió aquello de
Qué dulcísimo gozo
es éste de tenderse a la sombra de un pino,
cara al cielo y al viento,
sintiendo la caricia del sol sobre la carne
y un olor a resina temblando en los pulmones
como un grito de júbilo.
sueña ya para siempre en su verde pinar de Oromana. Que esa tierra le sea leve.
Pero yo siempre recordaré que Fausto fue el autor de aquel libro mítico (mitología personal, claro), Elegías de Oromana, publicado en 1973 por la colección Adonais.
Quien escribió aquello de
Qué dulcísimo gozo
es éste de tenderse a la sombra de un pino,
cara al cielo y al viento,
sintiendo la caricia del sol sobre la carne
y un olor a resina temblando en los pulmones
como un grito de júbilo.
sueña ya para siempre en su verde pinar de Oromana. Que esa tierra le sea leve.