Hojeando un tomo de sus obras completas, de la venerable editorial de José Janés (Barcelona, 1952), me encuentro con la agradable sorpresa de que también André Maurois cultivó ocasionalmente el aforismo. De su colección, yo espigo los siguientes:
Un consejo es siempre una confesión.
El tono de voz que usa un hombre para leer revela, no lo que es, sino lo que quiere ser. Es la voz del personaje imaginario en el que piensa.
Si un hombre dijera todo lo que piensa, nadie le creería. Y con razón. ¿Cuál es el hombre que piensa todo lo que piensa?
El que a los cuarenta años sigue discutiendo es que jamás ha amado la verdad.
Un hombre bien educado mantiene sus creencias al margen de su conversación.
Cuando uno empieza por exponer firmemente el punto de vista del adversario, le resta ya mucha fuerza.
Soy tan fácil de convencer que ya ningún argumento me convence.
Poseer ingenio no es suficiente. Hace falta tener bastante para evitar tener demasiado.
Una vez, Schumann llevó a una mujer a dar un paseo en barca, y como no pronunciara una palabra en dos horas, le dijo al despedirse: "¡Qué bien nos hemos comprendido hoy!"
Las proezas amorosas deben ser ejecutadas, no dichas.
La sinceridad consiste no tanto en decir todo lo que se piensa, como en no decir nunca lo que se piensa en el momento en que se dice.
Un consejo es siempre una confesión.
El tono de voz que usa un hombre para leer revela, no lo que es, sino lo que quiere ser. Es la voz del personaje imaginario en el que piensa.
Si un hombre dijera todo lo que piensa, nadie le creería. Y con razón. ¿Cuál es el hombre que piensa todo lo que piensa?
El que a los cuarenta años sigue discutiendo es que jamás ha amado la verdad.
Un hombre bien educado mantiene sus creencias al margen de su conversación.
Cuando uno empieza por exponer firmemente el punto de vista del adversario, le resta ya mucha fuerza.
Soy tan fácil de convencer que ya ningún argumento me convence.
Poseer ingenio no es suficiente. Hace falta tener bastante para evitar tener demasiado.
Una vez, Schumann llevó a una mujer a dar un paseo en barca, y como no pronunciara una palabra en dos horas, le dijo al despedirse: "¡Qué bien nos hemos comprendido hoy!"
Las proezas amorosas deben ser ejecutadas, no dichas.
La sinceridad consiste no tanto en decir todo lo que se piensa, como en no decir nunca lo que se piensa en el momento en que se dice.